Conceptos básicos de logoterapia
Capitulo de libro Economia y Felicidad

La logoterapia es una escuela psicológica creada por Viktor E. Frankl (1905-1997), catedrático de neurología y psiquiatría de la Universidad de Viena. Frankl completó su formación humanística después de la segunda guerra mundial —en la que fue prisionero en varios campos de concentración— con un doctorado en filosofía que culminó con su tesis titulada La presencia ignorada de Dios. Ha escrito veintiocho libros, siendo el más conocido el que relata su experiencia vital durante la guerra, titulado Un psicólogo en el campo de concentración y que en nuestro medio se editó como El hombre en busca de sentido.86 Se combina en Frankl una extensa práctica clínica como neurólogo, médico psiquiatra y logoterapeuta, su experiencia en los campos de concentración nazi y su constante estudio y contacto con las diferentes sociedades de nuestra época. Todo esto le permitió desarrollarse en diversas áreas, como la psicología clínica, la filosofía, la educación, la sociología, y el mundo empresarial y laboral. Toda su obra ha sido un intento por «rehumanizar la medicina y la psicología», denunciando los reduccionismos donde el ser humano corre el riesgo de perder justamente su humanidad.
El haber vivido en carne propia los campos de concentración (llevaba tatuado el número 119.104) le hizo ver como sobreviviente de esta experiencia que la búsqueda de un sentido de vida cumple una función restauradora y esperanzadora para el ser humano. Asimismo, la falta de sentido nos deja en un estado depresivo, de vacío, de soledad y de frustración existencial que hoy en día nuestras sociedades padecen.
La logoterapia es un modo de hacer psicología. Es un enfoque que hace más énfasis en el futuro que en el pasado, considerando que el futuro es el que realmente determina nuestro pasado. Una paradoja existencial: el modo en que nos proyectamos determina lo que vivimos y no al revés. Hemos crecido enmarcados en un modelo determinista, que nos dice que el pasado determina nuestro futuro. Es así que esta interpretación de la realidad fue dejando al ser humano sin libertad, sin capacidad de decidir, limitándose a desempeñar un guion ya escrito en los primeros años de su vida.
Su teoría, inspirada en la vivencia personal, le permite confiar siempre en la vida;es una teoría que sostiene que todos somos hombres y mujeres en búsqueda de un sentido en la vida, y que enfermamos si no lo encontramos. La enfermedad actual sería el vacío existencial, la falta de sentido, de horizonte, de futuro. Este vacío existencial se ve reflejado en adicciones, depresiones, violencia, etcétera. Su teoría psicoterapéutica se basa en una concepción de la persona integral que incluye el ser biológico, psicológico, social y espiritual (existencial). Con esta idea antropológica estudia la situación del hombre de nuestro tiempo y encuentra en la búsqueda de sentido su más profunda tarea existencial. Sus maestros fueron, entre otros, representantes del análisis existencial en filosofía, psiquiatría y psicología, como Binswanger, Boss, Scheler, Jaspers, Heidegger, Husserl, Buber.


Esta perspectiva humanista existencial cambia completamente las bases en que se fundamentan las distintas escuelas psicológicas, que en general tienen solamente una visión psicosomática y social del ser humano. La ausencia de la dimensión (existencial o espiritual) cercena lo más distintivo del ser humano y este queda atado a los condicionamientos, ya sean biológicos, psicológicos o socioeconómicos. Esta misma dimensión es la raíz de la libertad de la persona; gracias a esta libertad existencial, la persona puede tomar una actitud frente a lo que le pasa y no ser víctima de lo que le sucede.
Karl Jaspers, en su obra Psicopatología (publicada en 1913), hacía una aguda observación crítica al psicoanálisis: «En vez de partir, como hace Freud, desde lo sexual o lo vital, se puede partir desde lo espiritual del hombre y desarrollar su psicología. Freud ve con extraordinaria justicia lo que ocurre con la represión de la sexualidad. Pero no se pregunta ni siquiera lo que ocurre con la represión del espíritu».
Esto no significa que el psicoanálisis haya perdido su vigencia ni que no nos enfrentemos con patologías vinculadas a la sexualidad, pero sí que si solo reduzco la psicología a la represión de la sexualidad mi mirada será limitada y reduccionista. Toda la obra de Viktor Frankl es un llamado de atención a «ponernos en guardia» de una visión reduccionista del ser humano. Sin duda que el hombre, concebido como cuerpo y psique, representa una unidad, pero, continúa Frankl, «para que en el hombre se pueda hablar de totalidad, es necesario agregar la dimensión espiritual: solamente la persona espiritual crea la unidad en el hombre».
Por el contrario, cuando esta dimensión se pasa por alto, el hombre queda víctima 137 de los reduccionismos, sean estos biológicos, psicológicos o sociales (biologicismo, psicologismo, sociologismo). Cada vez que uno escucha decir: «el hombre no es nada más que un conjunto de…», ahí aparece el reduccionismo que tiene como consecuencia grave que la propia persona no tome la vida en sus manos, y ceda a favor de sus límites y condicionamientos en lugar de resistir y apelar a su capacidad de aceptar para poder cambiar su situación adversa. Este concepto, que es premisa filosófica existencial básica de la logoterapia de Viktor Frankl o de la psicoterapia existencial de Irvin Yalom, puede verse hoy en día en la nueva psicología de Martin Seligman, la psicología positiva y la PNIE (psiconeuroinmunoendocrinología) — nuevos enfoques de la psicología que coinciden con la logoterapia en poner énfasis en lo sano de la persona, antes que en la enfermedad—.


Para la logoterapia, ser hombre significa sobre todo la facultad de ir más allá de todos los condicionamientos, ya que lo más valioso de la existencia humana se encuentra en la propia autotrascendencia. Por ello, podemos decir que ser persona es estar volcado hacia algo o hacia alguien. En otras palabras, la esencia de lo humano está en el comprometerse integralmente con una tarea, con un amigo, con la persona amada o en el entregarse a una tarea o misión trascendente en su vida. De esta concepción resulta un claro compromiso con los otros, con la comunidad, con el mundo, a través de la realización de valores libremente elegidos.
La logoterapia sostiene que el ser humano es atraído por sus valores y a su vez empujado por sus instintos. El hombre tiene instintos, pero estos no lo tienen a él, como afirma Binswanger.
Resumiendo, la logoterapia invita a la psicología a considerar la dimensión existencial o noética; es una terapia centrada en el significado, el sentido de la vida visto como motivación fundamental en la praxis terapéutica. El sentido es el para qué, el motivo, la razón que te impulsa a lograr algo o a ser de una manera determinada, el sentido nos orienta y nos ubica. El filósofo Martin Buber describe esta dinámica existencial de la siguiente manera: «El espíritu no está en el Yo, sino entre Yo y Tú. No es como sangre que circula en ti, sino como aire que respiras. El hombre vive en el espíritu cuando sabe responder a su Tú».
De esto se trata la logoterapia de Viktor Frankl y su visión existencial del mundo: cómo le respondemos a la vida. La vida nos pregunta por el hecho mismo de estar vivos: «¿cuál es el sentido de la vida?» y nuestros hechos y actos cotidianos son la respuesta a la pregunta. Frankl insistía en que no había que quedarse con la pregunta literal y racional, sino que había que responderle a la vida con hechos. Al final detodo, lo que queda es cómo le respondimos y esta responsabilidad es la que intenta transmitir la logoterapia para no «haber vivido en vano». La vida nos pregunta con los hechos diarios que vivimos y nuestras respuestas, más que con palabras, debemos transformarlas en acciones. Nuestras acciones nacen de un proceso de toma de decisiones, que tiene que ver con nuestro mundo de valores y de sentido. Por lo tanto, nuestra respuesta será única y personal y estará asociada a mí mismo y al momento de mi vida.
El escritor francés Jean Paul Sartre afirma: «Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él». La logoterapia pone énfasis en el futuro, pero un futuro que está íntimamente ligado al pasado y al presente. Lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros es lo que nos hace humanos y lo que nos enfrenta a transformar nuestro mundo y a nosotros mismos. Lo que hicieron con nosotros es parte de nuestra historia, y puede ser muy doloroso, pero lo que hacemos en el hoy, en el aquí y ahora, para resignificar lo vivido y darle un sentido, me lanza hacia ese futuro que me espera y que me llama.
En su libro ya mencionado —El hombre en busca de sentido— Frankl cita a Nietzsche cuando dice: «Si se posee un porqué de la vida, nos reconciliamos casi con cualquier cómo…» («Hat man sein warum? des Lebens, so verträgt man sich fast mit jedem wie?…»). Según mi amigo Pablo Etchebehere, profesor de filosofía y lector de Viktor Frankl, otra traducción posible de esta frase podría ser: «Tiene alguien su porqué de la vida, entonces sobrelleva casi cualquier cómo». De esto se trata, de encontrar nuestra motivación para levantarnos cada mañana y soportar los cómo que se nos presentaran a diario.

La búsqueda de sentido es más que un derecho inalienable del ser humano; es la esencia misma de su humanidad. Si la reprime en su interior, encontrará el vacío existencial, pero si se consagra en esta búsqueda verá su vida no solamente plena de sentido, sino plena de los beneficios derivados de una existencia significativa, lo cual no nos exonera del sufrimiento.
La teoría de la logoterapia se basa en tres pilares filosóficos fundamentales que son:
Libertad de la voluntad.
Voluntad de sentido.
Sentido de la vida.

La libertad de la voluntad o «el problema de voluntad libre»,
como lo plantean algunos filósofos, subraya la esencia del hombre en su capacidad de tomar una actitud frente a lo que le sucede.
La voluntad de sentido se complementa a la «voluntad de placer» de Freud, y a la «voluntad de poder» de Adler, y es la certeza de que el hombre es alguien que va más allá de sí mismo. La esencia de la existencia está en la autotrascendencia, es decir, en la capacidad de trascendernos a nosotros mismos en los actos cotidianos y hechos de nuestra vida.
Para descubrir el sentido de la vida, Frankl plantea tres rutas o caminos: la realización de los valores vivenciales, que llegan a mí por lo que capto del mundo, es lo que recibo del mundo, como el amor, la naturaleza, el arte. El segundo camino posible de realización son los valores creativos, que tiene que ver con lo que yo doy al mundo, mi tarea cotidiana, mi trabajo, con el que voy transformando el mundo del cual soy parte y a su vez me autotransformo y plenifico. Y el último camino es el de la actitud; cuando el ser humano se enfrenta a un sufrimiento inevitable se le presenta la posibilidad de tomar una actitud frente a lo que le pasa.
Hoy día, en psicología, estamos viviendo una época de madurez científica, donde ya sabemos que todos los enfoques son buenos si son llevados adelante por personas que son conscientes de que nosotros mismos somos nuestra herramienta de trabajo, cuidando la formación del terapeuta, los grupos de supervisión y los espacios de terapia y autoconocimiento personal, según cada enfoque lo requiera. Lo que cura es el vínculo, por lo tanto todo psicoterapeuta, más allá de la formación que tenga, debe tener la capacidad para poder captar qué enfoque precisa su paciente. Si somos psicoanalistas, cognitivos, gestálticos o existencialistas, son pecados menores, al decir de Rollo May; lo que importa es que el paciente sabe qué teoría lo ayudará más en este momento de su vida. Si «solo» soy logoterapeuta o si «solo» soy cognitivo, quizás no llegue a comprender lo que la persona precise para salir adelante. Más vale ser un auténtico psicoanalista que un cognitivo disfrazado. O un cognitivo auténtico a un gestáltico disfrazado. Usted debe encontrar el modelo que se ajusta a uno y que mejor nos puede desarrollar como persona y profesional.